Adiós al letargo, se armó la cosa. Ante el augurio extraordinario vuelvo a mi vieja X Rap, que en los espumones bajos de la orilla es imbatible. Me han dado excelentes resultados en esas circunstancias los tiros laterales, metido en el agua atravesando la playa a lo largo en busca de las corvinas que llegan a comer en la arena. El señuelo se pasea gracioso por los bajos y con él mi esperanza se agranda y desvanece simultáneamente en cada tiro.
El día amaneció peor, el mar un poco mejor, en estoa de baja y con las primeras luces estoy ya, un tantito obsesionado por la pérdida de la víspera, dando palos hacia el canal ahora casi vacío, como si la misma presa fuera a estar esperándome. Es la parte infantil de pescar, esa extraña ilusión a veces desmedida que lleva a uno estar casi congelado en la penumbra esperando un evento que nunca acontecerá. Luego de una hora de recorrer la pequeña playa disfrutando sólo el vuelo impensable de la LCRap que llega sin dificultad hasta la segunda ola, una gran cola amarilla abanica el agua a tres metros de mis pies como si el mundo le perteneciera.