Hugo está sobre la roca, yo desde la arena lanzando al mismo lugar, desde arriba puede ver un lenguado tras su señuelo, una cucharilla de 25 gr. ideal para esas aguas, la cosa promete pero hasta ahora no cumple, la luz se acaba y la marea sube. Tengo el primer pique, un zamarrón y nada más, percibo que la cosa está más lejos, en la corriente de salida junto a la roca que está como a cincuenta metros.
¡Esto es pescar! Contra la corriente el señuelo trabaja casi solo, lo traigo lentamente y reacciona a las turbulencias como un camión, no deja de trabajar. Todo bien hasta el primer pique, una corvina gigante, la más grande del mundo, que al clavarla responde con vehemencia, dos cabezazos inmensos y luego nada…

El Jote, perseverante carroñero de los montes chilenos
...el nudito, el famoso nudito que unía el chicote a la línea me recuerda la precariedad de la vida y lo efímero de las alegrías, corvina, señuelo y chicote, nudito incluido nadan por las profundidades del mar mientras yo reniego de mi suerte y de mi bendita experiencia en nudos. Abatido pero no rendido, pongo otro señuelo, al poco rato un pique sin éxito, luego, la oscuridad de la noche y el frío dan por terminada la sesión.
Nada mejor para la depresión post-pesca que un café caliente y un teatralizado y patético recuento de los acontecimientos de la tarde, mientras Hugo lamenta, solidario, la pérdida del LCRap en las fauces de aquella desdichada corvina.